lunes, 21 de abril de 2014

Una Luna para Mario.

Para Mario, que algún día leerá este cuento. 

...no iban caminando muy deprisa, tampoco despacio, simplemente disfrutaban de un día soleado al mismo tiempo que deambulaban de aquí para allá. Sus pies no perseguían ningún camino prefijado sino que, como en otras ocasiones, se dejaban llevar por el placer de la buena compañia y nada más (y nada menos...). Los dos llevaban esperando ese momento desde hacía casi un mes pues por motivos que no vienen al caso la cita semanal se había ido posponiendo. Pero ahí estaban , abuelo y nieto, y no pensaban ahora mismo en otra cosa que no fuera la de disfrutar.

El mar estaba en calma, la temperatura era excelente y la suave brisa que les acariciaba jugueteaba con el pelo ensortijado de ambos. Solían elegir casi siempre aquel camino y desde luego hoy no habían tenido ninguna duda, los dos se habían lanzado de inmediato sin dudar un instante. Hoy era un día especial y esa ruta era perfecta ya que iba bordeando aquel mar espumoso que tanto les gustaba.

Pasó media hora, por lo menos, y ninguno había abierto la boca. El niño comenzó a caminar más despacio, miró a su abuelo, parecía que iba a decir algo pero nuevamente aceleró la marcha. Pasaron unos instantes, ¿cuánto tiempo? qué más da, unos instantes, y Mario, ahora sí, se detuvo en seco. Fijó sus ojos en los del abuelo y exclamó:

- ¿Abu..? Dicen que la luna influye en la marea...
- No sólo lo dicen, sino que además es verdad, porque decir dicen tantas cosas...

Ésta respuesta del abuelo hizo que el pequeño le mirara fijamente, le sorprendía la rotundidad, pero al mismo tiempo le extrañaba la manera cómo había sido pronunciada, cómo si fuera algo evidente. Mario agarraba la mano del abuelo e impedía que este reanudara la marcha, no podía pretender soltar algo así y seguir caminando. Afirmar que la Luna hacía "subir" el mar y quedarse tan fresco. Era algo que él había oído comentar siempre a los mayores pero escucharlo de la boca del abuelo significaba que escondía algo más profundo. Mario seguía plantado como un árbol en el camino y no pensaba moverse. El abuelo, orgulloso, veía que su táctica estaba surgiendo efecto. Siempre era la misma, plantear preguntas de forma sutil , como si nada, o responder de forma vaga esperando que el niño se viera impelido a seguir preguntando. "El viejo método socrático" se decía para si mismo. Le gustaba ir sembrando dudas para despertar el interés por la naturaleza de las cosas, de la vida... Y con Mario siempre funcionaba y el abuelo lo sabía, claro que lo sabía.

- ¿Cómo puede influir la Luna en la marea? Eso es imposible.
-¿Imposible? ¿Por qué?
- Porque está muy lejos...
- ¿Más que el Sol?
- No Abu, más que el Sol no. Eso ya me lo has explicado. El Sol está muchísimo más lejos.
- ¿Y no te influye el Sol estando más lejos?
- ¿Cómo?
- ¿No te pones moreno con el Sol?
- .....Sí.
- O sea, que la distancia no es el problema. 

Mario se quedó pensativo un largo rato, después miró fijamente al abuelo y preguntó - ¿Y eso quién lo descubrió?, lo de que la Luna afecta a las mareas -
El abuelo satisfecho con la curiosidad del niño comenzó su relato - Verás Mario, desde la antigüedad los seres humanos han sabido ver la relación entre la Luna y las mareas pero no fué hasta la llegada de Isaac Newton cuando tuvimos un explicación científica de por qué se producía este hecho, ¿te suena Newton, verdad? -
Claro que me suena - respondió Mario - fue al que le cayó una manzana en la cabeza, ¿no?
Más o menos...más o menos - musitó el abuelo - aquí puedes leer algo sobre el tema. E hizo un movimiento extraño con la mano, como si dibujara un cuadrado en el aire.
- ¿Qué haces abuelo? - preguntó sorprendido el niño.
- Es un hipervínculo...otro día hablaremos de él, pero vayamos por partes. Efectivamente, Newton fue el de las manzanas. Como te decía, la relación de la Luna con las mareas no era algo desconocido para la humanidad pero Newton nos proporcionó una explicación científica. Fue el primero en identificar la fuerza de la gravedad y establecer una relación entre esta y la caída de objetos en la tierra así como la influencia de la Luna en las mareas.
- ¿Pero cómo? - Mario empezaba a impacientarse - ¿Cómo influye la Luna aquí? ¿Por qué?
- Verás hijo, Newton descubrió que dos cuerpos tales como la Luna y la Tierra se atraen mutuamente, es como si tiraran el uno del otro de forma simultánea. Esto es lo que hace que la Luna orbite sobre la Tierra. Y fruto de este tirón gravitatorio, de esta fuerza de la gravedad, la Luna "levanta" el agua de los mares y hace que estos suban y bajen con cierta periodicidad.




Mario escuchaba boquiabierto, no perdía palabra del relato de su abuelo y este prosiguió - y esto que pasa entre la Luna y la Tierra ocurre igual con todos los planetas, estrellas...etc
El niño no salia de su asombro, la Luna atraía a la Tierra y a la inversa, y todo por aquella fuerza...pero finalmente exclamó - ¿pero cómo, cómo se atraen? -
El abuelo continuó - la verdad es que es difícil de visualizar, a Newton también le pasaba y de hecho fue objeto de críticas que le decían igual que tú ¿pero cómo, cómo...? - y pronunció para sus adentros - "Hypotheses non fingo"... - pero te seguiré contando a ver si así lo ves mejor. Pasados muchos años apareció otro científico de nombre Einstein que nos trajo una explicación a tu por qué. Einstein explicó que los cuerpos como la Luna y la Tierra, en realidad todo, los planetas, estrellas, tú y yo estamos inmersos en un espacio que no podemos ver pero que nos rodea y por el cual nos movemos. Ahora mismo estamos rodeados de él y nos desplazamos por él. Es el tejido espacial, en realidad espacio-temporal pero olvida esto último.
- No puedo olvidarlo, no es tan fácil, si me concentro para no recordarlo me acordaré más - afirmó nuestro joven científico.
- Vale, tienes razón, no lo olvides, pero aplazaremos su explicación. Como te decía el espacio-tiempo nos rodea y la Tierra también esta rodeada de él, como si estuviera apoyada. Pues bien, ¿te acuerdas de cuando le ayudas a la abuela a doblar las sábanas?
- Claro
- Pues imagina que tenéis la sábana estirada, muy tensa. Ahora ponéis encima la pelota de fútbol, la sábana se hundirá un poco, esta pelota va a ser nuestro planeta. Entonces colocas encima de la sábana una nueva pelota, de tenis en este caso, será la Luna. ¿Qué pasará? La de fútbol, más pesada hundirá la sábana y hará que la de tenis fruto de esta deformación se dirija hacia aquella ¿no?
- Sí, creo...
- Pues ahí lo tienes, la pelota de fútbol , que representa la Tierra ha deformado la sábana, que es el espacio-tiempo y ha provocado que la pelota de tenis, es decir la Luna, se vea obligada a acercarse a ella. Si la hubiéramos lanzado a su alrededor giraría en torno a ella siguiendo el hueco que ha dejado sobre la sábana la Tierra. Ahí tienes la fuerza de la gravedad, haciendo que los objetos se atraigan perfectamente explicada por Albert Einstein. No es otra cosa que objetos siguiendo el camino que les obliga a recorrer la deformación provocada en el tejido espacio-temporal otros cuerpos. Por eso la Luna provoca las mareas, el agua se siente impulsada a desplazarse a causa de la deformación que provoca aquella en el tejido que rodea la Tierra.

Mario había escuchado el relato sin abrir apenas la boca y ahora se quedó pensativo al mismo tiempo que comenzaba nuevamente a caminar. El abuelo sabía que eso significaba una cosa, había que asimilar muchos conceptos e ideas nuevas. Por eso hicieron el camino de regreso a casa sin intercambiar ni una sola palabra...




Coda final.

Entró corriendo en casa al mismo tiempo que gritaba:
- Abuela, ¿sabes qué la Luna es la responsable de que el mar suba y baje?
- Ya ha estado tu abuelo metiéndote esas tonterías en la cabeza, ¿a qué sí?
- No son tonterías abuela. Es verdad, la Luna hace subir y bajar el mar porque deforma el espacio que rodea la Tierra y...
La abuela le interrumpió - y aunque sea verdad, qué más nos da. De hecho no nos hace falta saber tantas cosas, es más, a veces es mejor no saberlas, se es más feliz.
- Bueno abuela, la próxima vez que tengas que doblar sábanas avísame que te explicaré una cosa...

El abuelo exclamó desde el salón - Ven Mario que te leo un cuento, tenemos tiempo aún - y cogió aquel libro que tanto gustaba al niño, el de Eduardo Galeano -
-Dime Abu - y Mario se sentó junto a su abuelo como acostumbraba a hacer siempre que disponian de tiempo antes de cenar.
- El cuento de hoy se títula "La desmemoria", escucha atentamente - y abrió el "Libro de los abrazos" por la pagina 97 -

"Estoy leyendo una novela de Louise Erdrich.
A cierta altura, un bisabuelo encuentra a su bisnieto.
El bisabuelo está completamente chocho (Sus pensamientos tienen el color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero."

Y el abuelo cerró el libro.



Este cuento participa en el "I Certamen de Cuentos de Ciencia" que he tenido el honor de organizar y disfrutar desde este mismo blog.


Y recordad siempre: Magia..., No, Ciencia!!

También puedes encontrarnos en Twitter en: @Cuantosycuerdas






5 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias por tan bonito cuento! Lo he disfrutado y pienso compartirlo

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  2. Hola Fabiana, muchas gracias. Me alegro que te haya gustado. Y gracias por difundirlo.
    Un saludo.
    Dan.

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  3. Qué lindo, Dani! Espero estar presenta cuando le leas a Mario este cuento. Y el toque final de Galeano es genial :)

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